En la naturaleza el caballo no se monta, no se trabaja en círculos, los terrenos por los que pisa los elige el caballo y los que llegan a cojear lo hacen por poco tiempo ¡se los come el lobo!
Si por un lado el herraje es un mal, los herradores replican que es un mal necesario.
Las razones que defienden la utilización tradicional del herraje son las siguientes:
- Corrección de defectos de conformación en los potros; cuando éstos son graves hay veces que es útil, si no imprescindible, intervenir con "herrajes" que modifican la base de apoyo del potrito para ayudar a que llegue a ser un adulto bien hecho y bien aplomado.
- Terapia en algunas enfermedades del casco. Los herrajes terapéuticos son imprescindibles en el tratamiento de la infosura, cáncer, queratomas, hormiguillo etc.
- Como parte de la terapia en casos de cojeras debidas a tendinitis, desmitis, artrosis etc.
- Como sistemas antideslizantes; por ejemplo herrajes ranurados para el caballo de carreras en hierba; con ramplones para concurso, etc.
- Para influenciar el mecanismo de los aires, como en las carreras de trotones o en las competiciones de poneys Islandeses en ambladura.
- Y por último la razón principal y más común: para evitar un desgaste excesivo y mayor que el crecimiento del casco.
Generalmente es aquí donde empieza el enfrentamiento serio entre las posiciones extremas y opuestas, que por un lado prevén el herraje como necesario para todos los caballos y en todas las situaciones aunque sea un mal el acento está sobre necesario.
Frente al grupo opuesto, los que pretenden acusar al herraje como la causa de todos los males, y que es innecesario porque el casco, debidamente acondicionado, tiene una capacidad regenerativa y de adaptación suficiente para todas las situaciones. Naturalmente, como casi siempre, la verdad se encuentra entre estos dos extremos y es más compleja de lo que se pretende.
Muchos caballos no necesitan de ninguna protección adicional, es decir viven muy bien sin herraduras porque tienen mayor o igual crecimiento del casco que desgaste del mismo. Este es el caso de la mayoría de yeguas de cría y de potros que no están sometidos a ningún trabajo montado. Lo mismo sucede con los caballos que viven y trabajan en terrenos poco abrasivos, no demasiado húmedos y aún así blandos o por lo menos no duros.
Así pues muchos caballos de doma, que sólo trabajan en pistas adecuadas, pueden mantenerse descalzos por lo menos de los posteriores; caballos de paseo en ambientes de prados aguantan bien sin herraduras, si no hay demasiadas piedras, tienen buen casco y no trabajan demasiado ni en aires rápidos (pisar una piedra al paso no es lo mismo que al galope).
En pocas palabras la necesidad o no de protección en los cascos depende de la interacción entre caballo (peso, conformación, calidad de sus cascos), terreno (blando, duro, abrasivo, pedregoso) y cantidad y calidad (aires) de su trabajo.
Además hay que precisar algunos aspectos ambientales; calidad y cantidad de alimento (indispensable para el crecimiento del casco) y humedad del terreno y ambiente; los cascos son más resistentes cuando están secos, aunque sean menos flexibles.
Los partidarios de los caballos descalzos pretenden que los caballos cuando se descalzan necesitan un periodo de adaptación para volver a robustecer sus cascos, particularmente las suelas y ranillas (y hasta aquí tienen razón), y que todos los caballos son capaces de adaptarse lo suficiente para ir descalzos, después de un periodo durante el cual pueden estar algo doloridos.
Esta segunda afirmación no es justa porque hay caballos con tapas y suelas finas, cascos pequeños (la genética no es igual en todos los caballos); y hay muchos terrenos que no se parecen en nada a las estepas asiáticas (hábitat del caballo de Prezwalski), o las praderas Americanas. Por no hablar del uso intensivo (y devorador de cascos, incluso de herraduras) de caballos en algunos deportes (por ejemplo el raid).
Para ilustrar la importancia de la genética (modelo de raza); no es raro tener que herrar de los anteriores a yeguas de cría purasangres (P.S.I.), aunque estén en prados y no se utilicen para otra cosa que la cría. La selección durante siglos, del caballo más veloz del mundo, ha llevado consigo una reducción al mínimo peso de sus extremidades, con cascos ligeros y con una tapa y suela muy finas.
Además, dejar un caballo dolido durante meses o permanentemente, por mantenerlo descalzo, no sólo puede llegar a ser cruel sino también contraproducente.
Los criadores y veterinarios especialistas en reproducción, saben bien lo difícil que resulta dejar preñada una yegua a la que le duelen los pies; los productos de la inflamación incluyen prostaglandinas que llevan a la luteolisis y reaparición del celo después de la cubrición.
Para aquellos caballos que combinan los tres factores de buen casco, buen terreno y trabajo compatible, puede ser beneficioso descalzarlos, igual sucede con los caballos que van a disfrutar de un periodo de reposo prolongado.
Desherrar estos caballos no significa simplemente quitarles las herraduras, es necesario también recortarles y redondearles periódicamente los cascos, ya que crecimiento y desgaste de los cascos muy pocas veces están en equilibrio perfecto.
Es frecuente que al desherrar caballos que han estado herrados se les rompa el borde inferior del casco, con los viejos agujeros de los clavos, por esta razón hay que contar con un periodo de 2 a 4 meses antes de obtener unos cascos sólidos. Esto implica que los caballos en reposo que volverán a trabajar fuerte, sólo tiene sentido desherrarlos si el reposo es de un mínimo de 3 meses; ya que si no se corre el riesgo de volver a herrar justo cuando el casco esta muy corto y con el borde distal irregular .
El trabajo de recortar cascos y aplomar las extremidades es cuestión de expertos, ya sean herradores o "cuidadores - curadores de casco", y es improbable aprenderlo en un fin de semana de cursillo por parte de los propietarios. Los "cuidadores - curadores" deberían de abandonar el fundamentalismo de su criterio: "todos descalzos sean las que sean las circunstancias", postura más que sospechosa, debido a que no saben o no están autorizados a herrar.
Los herradores están, o deberían estar, perfectamente cualificados para hacer ambas operaciones, pero harían bien en profundizar sus conocimientos de anatomía y fisiología, en los cuales a veces los "cuidadores" los sobrepasan.
Tampoco tienen que seguir herrando caballos que no lo necesiten, por miedo a perder ingresos, harían mejor en adecuar sus tarifas de recorte, redondeo y aplomado basado en buenos conocimientos, recordando que están pagados, no por la cantidad de casco que cortan, sino por la calidad de su trabajo y asesoramiento.
También en este aspecto pueden aprender de los "cuidadores de cascos".
Para terminar diré que los propietarios no deben de hacerse ilusiones, no es porque sigan un cursillo de fin de semana, de donde salen cargados de escofinas, tenazas, cuchillas etc. como podrán sustituir al profesional preparado y con experiencia.
Este tipo de cursos les sirven para aumentar sus conocimientos y para dialogar mejor con los profesionales del pie del caballo sobre sus reales necesidades y cuidados.